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Editorial LA SIDRA 142

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Difícilmente superable el mes de octubre en cuanto a actividad relacionada con la sidra se refiere. Comenzamos con la Fiesta de la Manzana en Villaviciosa, de admirable evolución, continuamos con Xixón de Sidre, un éxito en todos los sentidos, y rematamos con el Salón Internacional de les Sidres de Gala -SISGA-, el evento sidrero más internacional de los que existen en Asturies y que por unos días pone a nuestro país al frente del mundo de la sidra y convierte a Xixón en su capital.

 Ningún evento como el SISGA ha sido capaz de elevar la categoría de las sidras de copa a semejante nivel, tanto en lo que a su reivindicación y potenciación como producto inexcusable en la alta gastronomía como en lo que a repercusión internacional se refiere, con la participación de llagareros de una docena de países, que acuden al evento atraídos por su planteamiento, su repercusión y por los cada vez más afamados premios SISGA, símbolo indiscutible de calidad.

Mientras esto ocurre, nuestro endémico problema de vecería ha llenado las pumaradas de manzana, y esto que en principio debiera ser motivo de alegría, está provocando las habituales tensiones cuando el productor intenta colocar su producto y se encuentra con la inevitable disminución de precios consecuencia de la mayor oferta, añadido, en algunas ocasiones, a lo que considera competencia desleal de la manzana y los mostos estabilizados que llegan de otros países. No falta razón a los productores cuando reivindican una mayor apuesta de los llagareros por la manzana asturiana, y es cierto que cuando les interesa también éstos reivindican el origen autóctono de su producto.

Sería interesante que esa reivindicación de asturianía no solo se aplicara cuando es en beneficio propio, sino por sistema, desde el uso de nuestra lengua, hasta el diseño e impresión de las etiquetas, pasando por supuesto por la manzana. Hay que potenciar el tejido económico asturiano y hay que hacerlo entre todos, ante la apatía institucional que padecemos y con la conciencia clara de que luchamos por nuestro futuro.

En este sentido los consumidores tenemos mucho que decir, tenemos que hablar de Soberanía Alimentaria, de la necesidad de gestionar, desarrollar y potenciar nuestros productos y de distribuir la riqueza allí donde se genera. Saber qué sidra bebemos no solo es cuestión de gusto, es también de compromiso con nuestra tierra.

 

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