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Opinión

El mayor problema de la sidra asturiana

La emigración forzada del 50 % de la juventud asturiana de 20 a 38 años supone la mayor amenaza a la que se ve sometida nuestra bebida identitaria

Es una amenaza a la sidra y a la propia supervivencia de Asturies, por supuesto, pero centrándonos en lo que nos ocupa –la sidra- este auténtico éxodo de la juventud asturiana (50% en los últimos 20 años, según acabo de leer en La Nueva España) supone que el mercado potencial de la sidra se ha visto reducido de una forma única en la historia, puesto que a la pérdida de consumidores que constituyen los asturianos obligados a emigrar hay que sumar el envejecimiento poblacional, adentrándonos en una franja de edad cuyo dinamismo social y capacidad de consumo es mucho más reducido. Eso sin considerar la situación de paro y precariedad en la que se encuentra la juventud asturiana que aún se resiste –valientemente- a permitir que los expulsen de su casa.

Lo peor es que, en lugar de poner fin al proceso de desindustrialización sistemática y la destrucción de nuestro tejido socio-económico y con ello revertir esta sangría, se nos sigue ofreciendo como alternativa la repoblación de nuestro país con emigrantes. Emigrantes de primera –los llamados nómadas digitales y turistas con segundas residencias- y de tercera –los que se supone vendrán a hacer de camareros a los primeros-.

Sea como fuere, y siendo el consumo de sidra un factor absolutamente ligado al sustrato cultural asturiano, esta sustitución poblacional, aparte de ser insuficiente –los emigrantes buscan territorios con mejores expectivas de vida que las que actualmente pueden encontrar en Asturies- supone un proceso de aculturización que se verá reflejado en los cambios de modo y tipo de consumo de los nuevos asturianos, con lo que las expectativas para la sidra serán aún peores: no se trata únicamente de que la sidra pierda mercado potencial por desaparición física de sus consumidores, sino que se pierde el propio mercado residual como consecuencia de su progresivo alejamiento de las pautas culturales asturianas.

Dicho lo cual, y como quiera que entiendo que las políticas del Estado español para Asturies no van a variar, sino que aún irán acentuándose en un futuro próximo, y buscando una perspectiva positiva para este difícil futuro en el que nos colocan y sobre el cual difícilmente podemos incidir, se me ocurren dos alternativas:

  • Potenciación de la cultura asturiana en general y de la de la sidra en lo que nos toca –sidrocoles, talleres de mayado, concursos de sidra casera, cursos y concursos de escanciadores…- de manera que podamos integrar a quienes vengan y paliar en lo posible la aculturización de las nuevas generaciones.
  • Diversificación del producto, adaptándolo a las nuevas tendencias y haciéndolo más accesible para los nuevos consumidores. Esto es, competir en el mercado de las cervezas y en el de los vinos de calidad, puesto que los consumidores que no comparten la cultura asturiana de la sidra difícilmente van a adaptarse a las formas de consumo de nuestra sidra tradicional, tal como vemos con los turistas que acuden a nuestro país y que tras tomar una botella de sidra entre ocho y entretenerse sacando fotos y videos al escanciador, acaban pidiendo para consumir vino o cerveza.

Me gustaría poder transmitir mejores expectativas, sé que se está haciendo mucho en estos dos campos que apunto, sé que los llagareros están trabajando mucho y bien, que la DOP ha sido un paso fundamental para el futuro de la sidra asturiana, que hay iniciativas como la Red Europea de Ciudades de la Sidra que van a suponer un auténtico revulsivo en el panorama sidrero asturiano. Espero que se consiga –después de años y años de injustificable retraso- la declaración por la Unesco de la cultura asturiana de la sidra como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, creo que es inaplazable la aprobación de un Plan Estratégico de la Sidra y, sobre todo, confío en la capacidad de asturianas y asturianos de sobrevivir en estas y peores circunstancias.

De hecho nuestra mayor garantía somos nosotros mismos, la capacidad de resistir y reinventarnos, y seguir siendo nosotros mismos, con nuestra sidra siempre presente.

 

Marcos Abel Fernández Marqués

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